miércoles, 31 de agosto de 2011

BLACKBERRY Y OTRAS MALDICIONES


Julia ha quedado con Marta para tomar un café. Llega tarde, como de costumbre, así que aligera el paso y atraviesa las abarrotadas calles del pueblo, saturadas del típico turista de agosto. Sube al paseo del Borne y divisa a su amiga en la terraza del quiosco. La saluda haciendo un aspaviento con los brazos, pero no recibe respuesta alguna. Puede que sea por la estupidez del gesto o se deba a su irremediable impuntualidad. Sin darle más importancia acerca otra silla a la mesa y empieza a parlotear alegremente. Marta sigue sin inmutarse.


-¿Hola? ¿Marta? - pregunta confusa Julia, sorprendida por la indiferencia de la joven.

Baja sus ojos y se percata en el objeto que Marta, medio petrificada, medio atontada, sujeta entre las manos. No para de emitir pitidos y a cada uno de ellos le sigue el inmediato y ágil tecleo de los dedos de la chica.

¡Qué inocente había sido! ¡Qué ingenua!

Debería habérselo imaginado. Una blackberry, aunque tanto da blackberry, Iphone o Smartphone. Marta ya está perdida, ya navega a la deriva en el amplio mar de Internet móvil y WhatsApp.

Los síntomas son evidentes: glóbulos oculares irritados y enrojecidos, pequeños callos en la yema de los dedo y hasta un colgante que a modo de cordón umbilical la liga a su nueva razón de ser.


No es la primera vez que Julia observa a alguien en dicho estado. Por desgracia, poco se puede hacer ya por los afectados. Aunque haya algún caso de recuperación son excepcionales. La situación de Marta es prácticamente irreversible.

En el fondo Julia sabía que iba a suceder, pero no esperaba que tan pronto. Tan sólo dos semanas atrás su amiga se comportaba de forma normal, socialmente hablando. Hasta que la compañía telefónica la obsequió con ese cachibache que irá sometiéndola lentamente en el hechizo en el que se encuentra.

Primero empezó a comunicarse con él a través de redes sociales. Explicaba qué hacía, dónde estaba, cómo se encontraba. Cambiaba sus estados de Facebook y twitter a la mayor oportunidad. A veces también colgaba fotos. Le parecía divertido.



Poco después se comunicó exclusivamente a través de ellasy WhatsApp. Dejó de lado el teléfono y los sms; decía que le salía demasiado caro, que no valía la pena. Sus amistades, ya crispadas, les pareció algo molesto que cuando se reunían con ella rara vez les prestara atención y sus respuestas más largas fueran “sí”, “no”, “ajá”. Así que la enviaron muy amablemente a tomar por ya sabéis dónde. Las que no tenían BB, Iphone, Smartphone, etc, porque las otras estaban y siguen estando en la misma situación.

Ahora Julia ha vuelto de vacaciones y se ha encontrado con el pastel. No creía que fuese tan grave como le habían comunicado. Sin embargo, era peor. Era inútil intentar iniciar una conversación.

Julia le cerró la boca por la que goteaba la baba cómicamente.

- Adiós Marta. Cuando vuelvas a la realidad dímelo. Aunque mejor te lo pongo en un mail.


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