jueves, 25 de agosto de 2011

ADELGAZAR ES FÁCIL SI SABES CÓMO

Hoy, en este inmenso paraíso del calor me aburría como un molusco llamado ostra, así que me ha dado por escribir un monólogo. Total, peor que los del paramount comedy no va a ser.
Quien haya entrado, aunque sea por error (yo me he pasado por pura casualidad al ver el enlace en la barra de favoritos), que tenga compasión de esta pecadora alma humana al juzgar el texto, pues las palabras que veréis a continuación están pensadas para expresarse oralmente y delante de un público más o menos vulgar:


Hoy debo hacer una confesión. Aunque actualmente goce de este atractivo cuerpo serrano, no siempre he estado de tan buen ver.

Y es que de pequeñita estaba... ¿Cómo decirlo para no ofender? Bueno, podemos utilizar la expresión preferida por abuelas, tías y madres, que suena más o menos así: "No cariño, no estás gorda, tú estás rellenita". Si después de rellenita hubiesen añadido "de jamón y cropans", el argumento se podría sostener.
Pero a los siete u ocho años a esto no le das importancia. Tú no, aunque a tus compañeros de clase a veces les hace gracia.
Sobretodo si llevas aparato y caminas a lo pato. Que todos sabemos que si a la Patito Feo la hubiesen puesto gorda a las niñitas no les caería tan simpática, que si la tuvieran de compañera de pupitre no le dejaban la goma por miedo a que en un ataque de hambre se le quedara enganchada entre los hierros.
No, ahora en serio, los niños no suelen ser tan crueles. De hecho yo tuve un noviete y todo. Se llamaba Antoñito. Y no estaba nada mal eeh. Aunque a mi madre no le gustaba mucho que jugara con él. Yo creo que era porque era de color verde y de Plutón. Mira que la quiero, pero esa mujer siempre ha sido algo racista.
Total, que dejada atrás la primaria, una llega a la ESO ya como mujer, porque en plena adolescencia, así es como te sientes, aunque sigas viendo Toy Story a escondidas. Realmente no disminuyen tus problemas, pero se nota tu madurez, aprendes a afrontarlos con dignidad, a aceptar tu sobrepeso. En mi caso, dejé natación (en la piscina todo el mundo contempla tus lorzas y, total, el único estilo que se me dio bien en algún momento fue el perro, sí sí, el que nadas así (gesto)) y decidí apuntarme a clases de aeróbic. Lo típico, que has visto por la tele a todas esas mujeres que tras hacer cuatro saltitos y estiramientos pasan de patéticas amas de casa en mallas a superwomans.
Porque al fin y al cabo, por mucho que digan, lo que funciona para perder peso es ejercicio y comer sano, aunque no sea fácil, sobretodo si tus amigas son las típicas delgaduchas que en el recreo se zampan su media barra de pan rebosante de nocilla, que se le cae hasta por los bordes mientras tu trituras ese asqueroso apio que no sabe a nada. En ese momento venderías tu alma al diablo por las miguitas que se le caen al suelo.
Pero sabes que no lo hacen con mala fe, que tus amigas realmente te admiran. A veces con un poco de suerte te lo dicen y todo: "María, si tu estás estupenda, yo sí que estoy gorda". Su afirmación hubiese sido más creíble si hubiera pesado algo más de 48 quilos y yo algo menos de setenta. Aunque también está la típica que es sincera: "tía, ya me gustaría a mí estar algo más rellenita (expresión eufemística por excelencia), que los tíos sólo me quieren por el físico y cuando se han liado conmigo ya ni me escuchan ni nada". La verdad, no sé cuál jode más, pero la situación más acomplejante es clara: ir de compras.
La tienda a la que me llevaba mi madre se llamaba "Gordita orgullosa". ¿Por qué tienen que ser tan específicos joder? Si todos los establecimientos de ropa se describieran al detalle en sus nombres el Bershka se llamaría "putón berbenero" y Zara "me deshago en tu lavadora".

Aunque lo peor no es el cartelito de la entrada, sino lo que esconde en su interior esa mazmorra. En serio, ¿alguien ha ido alguna vez a una tienda de tallas grandes? Parece que los diseñadores sean daltónicos, coño. Falete está favorecido, incluso guapo, con sus trapos, bueno, manteles, en comparación con los modelitos que te puedes encontrar en dichos antros.

Por lo tanto, cuando la Vane y Carmen me llamaban para ir de compras evitaba esas tiendas malditas que no, que no reinsertan al gordo en la sociedad, que parece que se burlen de él coño, como si los diseñadores de Desigual dejasen que sus hijos hicieran el trabajo (bueno, he escogido un mal ejemplo), y hacía como que la talla más gigantesca de Pimkie (una treinta y ocho) me quedaba bien.
RELLENITAS ADOLESCENTES, ¡NO LO HAGÁIS NUNCA!
Pasar tardes agradables con un grupo de tu edad, forjar amistades con fuertes vínculos afectivos, que ayudan a aumentar el autoestima hacen olvidarte poco a poco de tus complejos.
Esta Terapia, gorditas, perdón, rellenitas, adolescentes, se puede ir a la mierda si una Juani te abre la cortina del probador del C&A del centro comercial de Xanadú un 21 de marzo de 2004 a las siete y veintitres de la tarde. Que la mitad de las zorras del instituto te vean con tus bragas XXL y tu sujetador amarillo con relleno A80 (sí, siempre he tenido las tetas pequeñas y el culo a lo Monserrat Caballé) puede tirar a la basura cuatro años de cambiarte de ropa en el baño del polideportivo antes de las clases de gimanasia.

Por cierto, que dichas clases creo que están hechas para torturarnos aún más. Ese que come chicle a todas horas y lleva su gorrita roja, en plan buen rollo, sí, ese profesor que parece tan majete, al final resulta el mayor cabronazo de todos. Porque almenos los demás profesores ya te lo dicen, "si suspendéis el examen, a septiembre" y tu ya te vas pensando una excusa para junio. El de educación física te dice a principio de curso: "tranquilos, que si venís a clase y os esforzáis un poco yo os apruebo a todos". Que necesito tiempo para mentalizar a mis padres que me tienes manía joder.
Y cuando vas a pedirle por misericordia que te suba el 4 al 5 y le recuerdas su promesa colectiva: "Dabén, si yo te aprobaría, pero es que no has cumplido los requisitos mínimos y vas muy por detrás de los demás". "Joder, pero las condiciones no son las mismas, es normal que vaya más lenta, yo cargo con veinte quilos más", quieres gritarle cuando te das cuenta que estás sentada en la clase de biología, veinte minutos después de la charla con el "profesor, colega de los estudiantes".

Pero la mejor etapa de la vida de una gordita es cuando encuentra esa dieta milagro que le salva la vida allá por sus dulces diecisiete años. No, no es la de la piña, ni la de la alcachofa ni la del cucurucho, que también la probé y a mi último novio le gustó bastante, la verdad. La dieta más factible es.... trrrr....trrrr....tachán tachán... Cerrar la boca, ¡coño!, irte al endocrino y dejar de zampar bollos tirada en el sofá mientras contemplas como la Esteban baila con la Chiqui en el Sálvame.
No, no hay ninguna receta maravillosa, no, que por mucho que tus dientes trituren lechuga no se adelgaza más temprano. Chiste malo para terminar. Nunca vamos a aprender.

Aunque ahora he cogido un par de quilillos... Dicen que la Dukan no está nada mal...

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